El atractivo fiscal como casi cualquier otro tipo de atracción nace de despertar el deseo o el interés de alguien.
El atractivo es un conjunto de cualidades de una persona o de una cosa—en este caso de un país, España— que resultan agradables y llaman la atención.
Visto así, en una definición, ser atractivo no parece algo tan difícil. Aunque debemos tener en cuento que la crisis que vivimos lo complica todo en cierta medida.
Pero, ¿España qué puede ofrecer para atraer el dinero y la inversión que no tengan ya otros países? Desde una perspectiva de competitividad fiscal y con los datos del Instituto de Estudios Económicos en la mano, parece que podríamos mejorar nuestra oferta fiscal y mucho.
La presión fiscal en España, en base al informe del Instituto de Estudios Económicos, es un 8% superior a la media de la Unión Europea. Lo que hace que nuestro atractivo no sea excesivo.
¿Cómo se mide esa competitividad fiscal que sirve, al parecer, de atractivo número uno? Pues en base a un Índice que analiza las reglas fiscales de los 36 países de la OCDE—Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos— con muchos parámetros que se resumen en cinco categorías:
- Impuesto de Sociedades
- Impuesto sobre la Renta
- IVA (Impuestos al consumo)
- Impuestos sobre la Propiedad
- Y por último el tratamiento fiscal de rentas internacionales.
Según todos los Impuestos anteriores España está en el puesto 23, lo que supone un avance de 4 puestos con respecto al año anterior, de entre los 36 países que forman parte del estudio. Esto no sabemos si es porque hemos mejorado nosotros o los demás han empeorado.
Cambiemos entonces la pregunta ¿Qué debe ofrecer España para ascender en ese listado de países en una época tan complicada como la actual y aumentar su atractivo fiscal? ¿Qué debemos hacer si queremos «bailar con la más guapa»?
🤑 Pues como abogado fiscal de Pontevedra experto en no pagar Impuestos para ayudar a los demás considero que habría que poner especial atención en el Impuesto de Sociedades.
El Impuesto de Sociedades al ser el Impuesto que afecta directamente al tejido empresarial y a sus beneficios se vuelve vital a la hora de captar inversiones y ofrecer esa competitividad fiscal tan deseada.
Este tributo reduce la rentabilidad neta de las empresas y aumenta los costes. Todo esto provoca una menor inversión y producción, unos salarios más bajos para los trabajadores, una rentabilidad más reducida para los inversores y unos precios más altos para los consumidores.
En resumen, a través de un alto Impuesto de Sociedades de alguna forma estamos penalizando la inversión y en consecuencia «afeando» nuestra fiscalidad.
Lo ideal: bajar Impuestos a la riqueza y entre ellos bajar el Impuesto de Sociedades como los estonios que hoy ocupan el número uno entre los países de la OCDE con el mejor índice de competitividad fiscal posible.
Nuestro propósito debe ser muy claro para poder ponernos a la altura: No penalizar el ahorro y la inversión.
El ahorro y la inversión son las bases de la prosperidad de cualquier economía. Por tanto, si queremos crecer, si queremos desarrollarnos, si queremos prosperar, necesitamos fomentar el ahorro y la inversión.
El sistema impositivo de Estonia claramente no los penaliza en la medida en que, por ejemplo, no tienen tan siquiera Impuesto de Sucesiones y Donaciones y el Impuesto sobre Bienes e Inmuebles se limita a recaer sobre el suelo y no sobre lo construido.
🤑, Por último, la RENTA no castiga los salarios altos, estableciendo un tipo general del 20% para todos con sus bonificaciones y deducciones correspondientes.
Este marco tan favorable ha conseguido que la tasa de ahorro media haya superado a otros países de UE como Francia, Luxemburgo o Reino Unido con diferencia —Fuente: Base de datos Banco Mundial.
A mayores explica el enorme crecimiento económico del país con un PIB que se ha cuadruplicado en los últimos 20 años — Fuente: Datos macro Expansión.
Estonia es un caso de éxito atribuible al 100% a su sistema impositivo y a su atractivo fiscal.
Un sistema eficiente, competitivo y en definitiva bien diseñado.
Ni favorece en exceso a unos ni penaliza a otros. De hecho, su crecimiento ha sido inclusivo reduciendo la desigualdad de Renta entre sus ciudadanos. Un sistema equitativo que funciona y que sitúa a los estonios como números uno en cuanto a atractivo fiscal facilitando y potenciando el ahorro y la inversión.
Que Suecia paradigma del estado de bienestar esté en el puesto 8. Holanda en el 9! Y Suiza baje al 5 por crear impuestos locales y subir impuestos a las corporaciones, debería darnos una pista, sobre todo a los políticos, de qué es lo que hay que hacer.
📖 Cuando hago hincapié e insisto en el blog o en mi libro en «No pagar Impuestos para ayudar a los demás» en realidad mi intención es esa, la de ayudar a los demás.
Que la riqueza pague pocos Impuestos y que el grueso de estos Impuestos se le impute al trabajo. No para hacerme «amiguito» de los que tienen más y hacerle la faena al resto, sino para conseguir que los ricos, los que tienen más dinero lo inviertan, generen empleo y mejoren las condiciones laborales de las que al final nos podamos beneficiar todos.
Hace un tiempo titulaba una entrada del blog animándoos a que os alegraseis porque los ricos no paguen Impuestos. Sin la explicación correspondiente podría parecer un título que solo buscaba pescar lectores, pero no es así —aunque este sí sea un efecto secundario deseado.
Es una idea que nace de la base de mi experiencia de más de 10 años como Abogado de Impuestos y que tiene ejemplos reales como el de Estonia para confirmarla.
España tiene muchos puntos fuertes que a mayores la ayudan.
Contamos con estrechos lazos políticos, económicos, culturales y empresariales con los países del área mediterránea, norte de África y Oriente Medio, y sobre todo con América Latina.
A todo lo anterior se suma una regulación muy abierta a la inversión extranjera.
Sus exportaciones representan más del 30% del PIB.
Un 7,6 % de la población mundial habla español. El español es la segunda lengua con más hablantes nativos (436 millones) a nivel mundial.
Y no nos olvidemos de nuestro sol, playas y gastronomía con productos excepcionales como el jamón ibérico o el aceite de oliva.
Si a todas esas ventajas con las que partimos de base le pudiéramos sumar una fiscalidad atractiva, ¡No habría quien nos parase!
Álvaro Sáez
Abogado Fiscalista
Coautora Dina Oltra de Santiago